Por: Esteban Couto
En 1996, el CERLALC (Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe), organismo intergubernamental con sede en Bogotá bajo los auspicios de la UNESCO, reunió a varias editoriales a través del sello de Coedición Latinoamericana con un solo propósito: lanzar una antología narrativa que reuniría sólo mujeres de este lado del planeta. “17 narradoras latinoamericanas” (1996) es una cuidadosa selección de 17 autoras de diversos países de América Latina con un relato o cuento que representa el imaginario de cada una de ellas.
Aunque con un sesgado alcance en cuanto a las narradoras aquí seleccionadas (pienso que Pilar Dughi y Rosa Cerna Guardia, por ejemplo, debían estar en la antología), es importante para la época dar cuenta del trabajo en este género de las distintas autoras que desde su visión significaban el mundo y nos presentaban a la mujer según su contexto: desde la mirada ingenua o malsana del hombre, cosificada a veces por la sociedad misma y la vacía imagen que proyectan de ella los medios, también rompiendo el molde en el que desea el mundo dar forma a ésta o, sencillamente, narrando particulares historias de cualquier persona de a pie.
Incluidas en el libro están narradoras de la talla de Isabel Allende, Rosario Ferré, la chilena Andrea Maturana, la uruguaya Cristina Peri Rossi, la genial y siempre sobria Elena Poniatowska de México, Montserrat Ordóñez (cuyo cuento “Una niña mala” es, sin dudas, uno de los más representativos) y la brasileña Clarice Lispector, de quien seleccionamos uno de sus cuentos para comentar en #LibroRecomendado. En este fragmento inicial de “El primer beso”, el narrador omnisciente nos conduce hábilmente a través de una retrospección al primer mágico momento en que el muchacho, quien previamente se debatía en romanticismo con su reciente y primera enamorada (a petición de ésta, celosa, inquieta, dolida por la inseguridad), recuerda cómo fue su primera experiencia besando a una mujer. Con una secuencia de imágenes cargadas de poesía e imaginación, el muchacho evoca un viaje de excursión hacia la sierra, mientras subía lentamente el autobús y él moría de sed, la garganta reseca y el desespero por bajar y tomar un poco de agua. Lo que ni ella ni el lector esperan es cómo termina resolviéndose el cuento a partir de este recuerdo que va adquiriendo un recorrido inesperado e inocente a la vez.
Son 17 textos entre cuentos y relatos los que alzan la voz de cada narradora al público lector desde la presente antología. Al día de hoy es una importante muestra que no sólo ofrece la óptica intensa y acuciosa de la mujer tocando diversos temas con su propio estilo ágil, sino que se enriquece con notas bibliográficas y comentarios de las mismas autoras. Un libro que es un gran regalo hecho por la pluma femenina del siglo XX para el acervo cultural de la humanidad. Y una razón más para revalorar, el “Día Internacional de la Mujer” que se celebró ayer, 08 de marzo.