Este libro, es su más reciente estudio sobre el autor de “Los inocentes”. Con quien además Cueto, desde muy joven, compartió una amistad indisoluble hasta el día en que Oswaldo Reynoso murió. «Yo conocí a Oswaldo siendo muy joven, yo estudiaba Derecho en la universidad San Martín, y una noche, un fin de semana, fuimos con algunos amigos de la universidad al bar Palermo, nos íbamos al Palermo porque era un lugar donde llegaban los escritores que nosotros admirábamos, llegamos y nos dimos con la sorpresa de que Oswaldo estaba en una mesa, nos sorprendió mucho porque lo yacíamos en la China —en ese tiempo vivía allí—, había llegado y estaba ahí, entonces, él estaba con sus compadres, nosotros nos sentamos en una mesa de al fondo y los mirábamos un poco intimidados, [ellos] no nos miraron, pero a eso de la una de la mañana, Oswaldo alzó la mano y nos llamó a su mesa, nos acercamos […], se enteró que éramos universitarios, [él preguntó] quién de ustedes escribe y mis amigos me miraron», fue así cómo Reynoso conoció a un joven Luis Fernando, que escribía poesía, y lo invitó a su casa para que este le llevase lo que tenía escrito. Para ambos fue el primer encuentro, pero no el último.
Su amistad se fortaleció al cabo de unos años con otro encuentro en el que ambos coincidieron. Fue Chimbote, la ciudad que vio nacer una amistad que perduraría con el tiempo hasta que uno de lo dos pereciese.
Luis Fernando Cueto se interesó por la literatura de Oswaldo porque cada libro suyo tiene una connotación más allá de lo escrito. «El trabajo que yo he hecho sobre Oswaldo es casi como un rescate filológico, de ver el trabajo de la significación […], también de un trabajo de exégesis, que es el trabajo de ir a las entrañas del libro, son tareas netamente filológicas que yo he podido aprender y que me ha servido para entrañarme en la obra de Oswaldo».
Viaje a través de la piel. Travesía por la obra de Oswaldo Reynoso contiene información de primera mano. No es una biografía y mucho menos un trabajo académico sino un ensayo con total libertad donde apoyado por lecturas propias, en las de Reynoso, en los gustos y preferencias que tenía. «Ha sido difícil mantener la distancia porque los afectos y acercamientos han sido muy íntimos con Oswaldo, entonces eso de alguna manera contribuía a que yo tuviera una mirada certera de las cosas que yo quería decir, pero creo que a medida de mis posibilidades he tratado de hacerlo, ni muy cercano ni muy lejano para que la obra tenga una mirada objetiva», acotó Cueto.
El autor nos hace un recorrido sobre la obra de Oswaldo, dividiendo este camino, a modo de estaciones, en 6 capítulos, donde analiza desde las influencias y motivos que, a temprana edad, perfilaron la narrativa reynosiana hasta llegar a sus experiencias y descubrimientos en las obras de Sartre, Camus, Martín Adán, Proust, Thomas Mann; el cine de Visconti y la música de Mahler, entre otros, que definieron su vida y marcaron su prosa.
La memoria de Reynoso
Aprovechando su estancia breve en nuestra ciudad, Cueto quiso saber cómo la ciudadanía arequipeña conserva la memoria de Oswaldo Reynoso, para ello, visitó el barrio San Lázaro, donde Oswaldo residió y pasó su adolescencia e infancia junto a su familia, y no encontró alguna placa o reconocimiento de los pasos y obra de su querido amigo.
Al respecto Luis Fernando dijo: «La producción literaria de Oswaldo no es tan abundante, pero me parece que es tan significativa como la de Mario Vargas Llosa», —se refirió a modo de comparación del gran reconocimiento que recibe el Nobel de Literatura en nuestra ciudad— es por ello, que «voy a insistir en hacer que la memoria de Oswaldo sea en esta ciudad [Arequipa], eterna porque se lo merece» aseguró, Cueto.
Por: Liz Campos