Una cadena de sucesos desafortunados está creando nuestra historia. Desde la visión del mismo humanismo, la trascendencia de sus acciones y la aceptación de un fatídico final fue creando cada vez más una hecatombe de hechos que tarde o temprano se podrán leer en los libros de historia, con materias en salud, economía y política; pues todo este conglomerado tiene un eje central, un punto que comparten o, mejor dicho, las consecuencias que trae.
Comencemos relatando una epidemia que golpeo de la peor manera a todo el globo donde nos dimos cuenta de que somos tan vulnerables a las decisiones políticas en el mundo (aunque unas fueron unas más tardías que otras), pero con un final similar. Estuvimos recluidos en nuestros recintos creyendo que el enemigo estaba afuera, pero al final, pudo llevarnos de igual manera a la pérdida de alguien que amamos y peor aún, el enemigo seguía ahí.
Por si fuera poco, al salir incompletos de ese escenario, entramos a un hemisferio aún más crítico, con más sangre, más sufrimiento e incertidumbre, donde no solo pensábamos en el “¿Qué pasará?” Pensamos en el “¿Qué decisión se tomará?” aquí nos referimos a una guerra que tomo auge y preponderancia en la puerta de salida del primer suceso que precisamos. Ucrania y Rusia venían trayendo conflictos armados desde el 2014, donde se firmó una independización que lo arrastraba desde la Guerra Fría. Pero hoy por hoy, vimos como este gran conflicto se agigantó, pues el mundo entero evolucionó en el sentido conductista, es decir, influenciado por estímulos que la misma tecnología trajo consigo.
Ahora un mundo “hiperconectado” siente, fehacientemente lo que pueda ocurrir en el otro lado del globo (de igual manera que se sintió con el COVID-19).
Pero el segundo suceso en especial le abre las puertas al siguiente hecho que está más que confirmado y hoy, sentimos el inicio de su tan conflictivo desenlace.
Si bien es cierto que el conflicto actual no solo afecta a Europa del este, afecta a todo el mundo, pues en la comunidad internacional, se entiende el término “hegemonía” como un país que tiene influencia política y económica, bajo este escenario, Rusia mantiene ese renombre y digámoslo así, es un país que domina en gran parte la industria petrolífera, este punto es suficiente para entender que, con el oro negro, mueve la industria y (directamente proporcional) mueve también la economía.
Como dijimos al inicio del presente, estos 3 escenarios marcaron y están marcando nuestra historia en la salud, en la política y en la economía respectivamente, pero el factor que comparten en lo que consecuencias respecta, es la perdida humana. Vimos como lo hizo el factor salud, ahora lo está haciendo el elemento político con la guerra y lo hará el incremento económico si el conflicto continúa, veremos como no solo afecta a la política internacional, también afecta a la política doméstica.
Mencionamos la importancia que tienen los combustibles con respecto a la economía en el mundo y el Oso Ruso es el máximo exportador de este. En el 2021, Rusia exportó petróleo y derivados del mismo por más de 180 mil millones de dólares, es decir, 3 veces más que Irak y Canadá en un año. Dentro del conflicto presente, la forma de represalia que propuso el Kremlin es anular las exportaciones de petróleo a todos los aliados de la OTAN. Debemos tener en cuenta este punto: más del 70% de todas sus exportaciones de crudo, fueron para Europa y Estados Unidos. Lo dicho antes fue un ataque importante como vemos, ya que afectará considerablemente su economía.
Pero ¿Cómo es que el combustible puede ser el inicio de un desastre eslabonado en la economía mundial?
Comencemos por reconocer el principio de todo. En la cadena de suministros el principal factor para que los insumos-productos puedan llegar al consumo humano, necesitan de transporte y este, dicho sea de paso, llevará consigo que la economía (a menor escala) siga fluctuando, pero al no tener el factor combustible, se frenará el transporte, este mismo llevará consigo el aumento de los precios, al elevarse los precios cargará a la inflación y este propiamente, será el verdugo que se encargará de darle el siguiente paso a la crisis económica mundial.
Al tener lo precios altos, los bancos centrales intentarán frenar la inflación con el incremento de las tasas de interés y esto la dificultará en la capacidad adquisitiva de las personas (disminuye el crédito, disminuye el consumo). Si bien es cierto, las tasas de interés son el principal aliado de generación de capital, el que suba exponencialmente, desarticulará todo el sistema de inversiones en el mundo, porque se hará más difícil el poder pagar deudas en los bancos y analíticamente hablando, las deudas son el eje de cualquier economía, pues baja la deuda y así mismo lo hará el crecimiento económico, por ello, si el préstamo es asequible con la tasa de interés, también será factible pagarlo y todo este desenlace en un panorama internacional.
Pero también lo son en marcos de políticas domésticas, como el caso de los préstamos bancarios en países dependientes como Venezuela, Colombia o Perú, que tienen un comercio (a menor escala) con las ya mencionadas dinámicas bancarias. En caso nuestro muchas veces optan por los microcréditos, que en tal medida ayudan a la dinámica económica interna, como lo es el caso de Puno, Moquegua o Arequipa (y en su momento, Tacna).
Al mismo tiempo de la crisis internacional, la nuestra, es la consecuencia de un conglomerado de malas decisiones como vinimos observando, pero en el caso económico no es el mal acto político, es la consecuencia que notamos del conflicto internacional, ya que, al ser un país dependiente, con alianzas estratégico-económicas, nos lleva a una posición de igual forma, dependiente.
En nuestro punto doméstico, el incremento o la suba de precios no viene por el lado político, es la consecuencia que podemos ver de una crisis mundial. Lo mencionamos en el inicio del presente análisis, de continuar la guerra, sin intermediaciones de los aliados, ni desarrollos para ponerle fin, el mundo terminará por debiéndole al mundo.
Autor: Rodrigo Ojeda Gómez – Bachiller en Ciencia Política y Gobierno por la Universidad Católica Santa María