En esta efeméride cada 23 de julio se celebra el Día Mundial de Ballenas y Delfines, fecha instaurada en 1986 para frenar la caza indiscriminada y tortuosa de estos cetáceos en peligro de extinción.
Fue la Comisión Ballenera Internacional (CBI) la que decidió proclamar ese día como el Día Mundial Contra la Caza de Ballenas, hoy conocido como Día Mundial de las Ballenas y los Delfines.
Las ballenas pertenecen al grupo de mamíferos marinos conocidos como cetáceos. No son peces porque tienen sangre caliente, respiran aire a través de los pulmones y dan a luz a crías vivas que se alimentan de leche materna. Tienen un oído excelente y son dos o tres veces más eficientes que los mamíferos terrestres para utilizar el oxígeno del aire que respiran. Las ballenas tienen cajas torácicas colapsables que las ayudan cuando se sumergen a profundidad. Además, poseen una capa de grasa muy gruesa que las aísla para protegerlas del frío.
Cabe señalar que las ballenas juegan un importante papel para mantener océanos saludables para todos: con sus heces fertilizan los ecosistemas marinos y mitigan la crisis climática, pues, en promedio, a lo largo de su vida una ballena confina la misma cantidad de carbono que el equivalente a 1.000 árboles.
Los delfines, por su parte, son cetáceos pertenecientes a la familia Delphinidae. Pueden vivir más de 30 años en cautividad y tienen una longitud de 3,5 metros, aproximadamente. En la naturaleza, estos mamíferos marinos pueden alcanzar velocidades de más de 30 kilómetros por hora. Durante sus desplazamientos surgen a menudo a la superficie del mar para respirar, haciéndolo una media de dos o tres veces por minuto.
De acuerdo con animalistas y científicos, los delfines son importantes para el medio ambiente porque son buenos indicadores naturales de la salud ambiental, además de ser depredadores que consumen varias especies de peces y calamares, concentrando así en sus cuerpos los contaminantes en el agua.
Escribe: Migue Angel Farfán