La violencia y el miedo vuelven a cobrar protagonismo en las calles de Puente Piedra, en Lima. Esta vez, el blanco de los extorsionadores fue una humilde panadería ubicada en el jirón Las Magnolias, en el asentamiento humano Oropeza, donde su propietaria se vio obligada a bajar las rejas y apagar los hornos, no por falta de clientes, sino por temor a ser asesinada junto a su familia.
El rostro del miedo tiene nombre, aunque por seguridad permanece en reserva. La emprendedora denunció entre lágrimas que presuntos integrantes de la peligrosa banda criminal “Los Injertos del Norte” la amenazaron de muerte si no pagaba un cupo inicial de S/ 20 mil y, luego, un pago mensual de S/ 10 mil.
“Me dijeron que si no pagaba, me mataban a mí, a mi esposo y a mi hijo. No tuve otra opción. El miedo te paraliza”, relató, aún con la voz entrecortada.
Las amenazas no quedaron en palabras. Los delincuentes enviaron videos y fotografías de armas de fuego como mensaje de advertencia. Incluso le dieron un plazo fatal: las 7 de la noche. Si no depositaba el dinero, advirtieron que “reventarían” su tienda.
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Desesperada, acudió a la comisaría local para buscar ayuda. Sin embargo, la respuesta policial no fue suficiente para protegerla. El temor pudo más.
Hoy, su panadería permanece cerrada, símbolo de una derrota no ante la falta de clientes, sino ante el crimen organizado que sigue avanzando impune en Lima Norte.
La familia, que vivía de este negocio, enfrenta ahora no solo el dolor y el miedo, sino también la incertidumbre económica.Mientras tanto, en las calles de Puente Piedra, el horno no está para bollos.
