Por: Esteban Couto.
Dentro de unos días será una fecha especial para mí, lo cual me hizo remembrar muchas situaciones importantes en mi vida. Gran parte de esos hechos importantes se resume en lo que escribí y publiqué poco después de venir a establecerme aquí en Arequipa para seguir estudios de Literatura en la Unsa. Recordé mis primeros cuentos y las antologías en las que fueron incluidos y pensé indudablemente en la segunda antología del Grupo Literario Isla Blanca, “Atravesando la nada” (2010), donde consideraron dos textos míos: “Entre las sombras” y “Gorgón”.
Buscando entre mis cachivaches hallé una edición de este libro que creí perdida en una de mis tantas mudanzas: la de Mantícora Editores, dirigida por el crítico literario, escritor y docente universitario Gonzalo Pantigoso Layza, también miembro del grupo. Contando entre los seleccionados con voces jóvenes como las de Luis Hervias o Carlos Valencia y la experiencia escritural de Pantigoso y Gloria Díaz, esta antología reúne voces que se instalan en un contexto netamente urbano, a veces en historias que se nutren de un realismo alejado un tanto de la temática regionalista aunque manteniendo el hilo con temas actuales, otras veces inmerso en una atmósfera mágica o real maravillosa que da una sensación de delirio al asistir al mundo que esos cuentos nos presenta. Entre los cuentos más destacados figuran “El piano y el péndulo” de Pantigoso, “El pozo” de Pablo Torres, “Cama de rosas” de Valencia y “El jugador” de Díaz, texto que escogí en esta ocasión para comentar en nuestra sección #LetrópolisÍgnea.
En “El jugador”, cuento breve, la narradora atestigua un hecho que, a todas luces, parece haberla marcado psicológicamente de forma trascendental. En medio de una atmósfera irrespirable (y no precisamente por el café quemándose en la callana), la narradora asiste a la embarazosa situación en que su padre mete a su madre por su afán de insistir en las salas de juegos de azar. Díaz recurre aquí a ciertos silencios y a datos escondidos, entonces, para ir develando poco a poco, de forma muy sutil, el drama real que se está viviendo en aquel momento donde la madre de la narradora tiene, humillada, que subir al lujoso auto donde le espera un tipo de rasgos orientales, quien al parecer le ha ganado una apuesta, otra vez, al jugador. El impacto del cuento reside en los códigos morales que se exponen aquí y cómo, en el submundo de las apuestas, dichos sistemas de valores pueden ser tan frágiles como un castillo de naipes, al punto de jugarse lo que sea con tal de alcanzar un objetivo, pese a que la pérdida total de lo más amado o la destrucción del núcleo familiar termine siendo el precio más caro a pagar.
Hay que apuntar, asimismo, que la antología “Atravesando la nada” cuenta en su edición príncipe con el prólogo del crítico literario chimbotano Elvis Vereau Vargas. Su segunda edición estuvo a cargo de Horizonte y, con el correr de los años, ha madurado tan bien que hoy es una de las publicaciones insulares tanto del grupo Isla Blanca como de la literatura chimbotana. Una razón más por la cual estoy orgulloso y feliz de formar parte de ella.