#LibroRecomendado: “Postales”

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Por Esteban Couto

La poesía arequipeña ha pasado por un largo proceso evolutivo. Mariano Melgar, instaurado en la etapa decimonónica como efigie, marcó un punto de partida que, con la llegada del siglo XX, dio pie a innumerables voces que significaron un aporte esencial para el canon regional en dicho género. De todas ellas, la vanguardia se erige como pendón principal de la poesía de esta parte del país, teniendo a Alberto Hidalgo como rostro identitario de aquella corriente, siendo el simplismo su carta de presentación.

Corrieron los años y durante la década de los 80 el panorama parecía estarse forjando paulatinamente a la sazón de nuevas voces. Desde las canteras agustinas, la poesía fue tomando nueva forma paralelamente a voces pertenecientes a diversos grupos a nivel nacional, entre los que destacaban los Kloaka en Lima y el Grupo Isla Blanca de Chimbote. Entre las voces poéticas que se hicieron notar en el sur hubo una en particular que desde sus inicios volcó toda su carga expresiva en poemarios como “Grafía” (1984, Premio del Festival de la Juventud en Moscú), “Versolínea” (1985, 2do lugar en los Juegos Florales de la Municipalidad de Arequipa), “Al filo de la gravedad” (1987, Premio de la Juventud – Municipalidad Distrital de Cerro Colorado), “Flor de cactus y otras espinas” (1989, 2do lugar en el Concurso Nacional de Poesía Cesar Vallejo) y demás poemarios que mostraron con el tiempo una vena más sólida en el trabajo estético de su discurso. José Gabriel Valdivia es una figura representativa de la poesía de Arequipa, tanto por el vigor expresivo y su cercanía con la tierra que lo vio nacer de lejos, así como los elementos más afines a él que le inspiraron a escribir todos sus libros hasta la actualidad. No por nada en el año 2003 apareció bajo el título de “Funesta Trova” toda su obra poética (1984-1989), corregida y aumentada.

Para esta oportunidad en #LibroRecomendado escogí fragmentos de un poemario que, a todas luces, significa para el autor su lado más íntimo expuesto bajo un estilo fresco e innovador: “Postales” (Cascahuesos, 2006). En esta entrega, el poeta divide en cinco partes (sin contar el prólogo y epílogo poéticos) este viaje íntimo a través de su ser interior y el particular asombro que le genera cada elemento con el que se topa a su alrededor y que le hace reflexionar sobre muchísimos temas: el amor, la maternidad, lo cotidiano, su experiencia como padre, su sentir social, su influencia de las formas poéticas más clásicas e incluso su perspectiva personal acerca de la naturaleza y el impacto ambiental de la que es víctima constante. Pero es de su lado más íntimo del que comentaremos brevemente esta noche, de la primera parte denominada “Rondas infantiles”, fragmentada en dos episodios. En el segundo, el poeta arranca con un texto que evidencia una metáfora clave para comprender su posición y visión de la mujer-madre en el mundo. La compara desde el título mismo (sí, va al final y esa es una característica recurrente en el estilo de este libro) con la madre Tierra y su carácter de generadora de vida, una vida que sin querer va perdiendo su camino y haciéndose densa una vez que salta a la intemperie. Con (flor de guarango) la palabra expone la fertilidad bajo la alegoría del árbol que se va secando y dejando, pese a todo, una luz como señal de la vida que ha surgido de su flor. Y en (rosa de cera) se observa, fugaz, la imagen de los senos como calidez que vivifica a la par que guarecen al hijo de los peligros; además, hace un breve guiño hacia los tiempos actuales revestidos de tecnología abrumadora.

“Postales” es un poemario con un estilo avasallador, hecho en prosa sin serlo, remitiéndose a lo más tradicional pero manteniendo su vanguardia respecto al tratamiento de la palabra. Una obra poética que muestra al director de las revistas “Semáforo” y “La gran flauta” en su estado más maduro.

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