Por Esteban Couto
Antes que se rodara “El grinch”, antes que se hicieran distintos remakes y adaptaciones animadas de la historia de Scrooge, existió un personaje que amenazó acabar con la Navidad instalando su reinado de terror en esas fechas, puesto que el mundo de ultratumba en Halloween Town le había hastiado. Ese personaje se llama Jack Skellington, más conocido como el Rey Calabaza, y es muy respetado y temido en su ciudad. Sin embargo, la depresión lo consume: siente que algo le falta. Así es el arranque de esta visión burtoniana adaptada al celuloide llamada “The nightmare before Christmas” (1993) o “El extraño mundo de Jack” en su versión para Latinoamérica. Este es, de hecho, un film donde la celebración de dos fiestas paganas se unen por primera vez para contarnos, a través de oscuras sinfonías (sí, estimado público lector: es un musical animado), una historia de tolerancia y comprensión que tiene como discurso subyacente el verdadero significado de la Navidad.
En el pasaje que elegí para #MiEscenaFavorita, se encuentra Jack en el cementerio de la ciudad cuestionándose (incluso haciendo una reminiscencia y claro homenaje al “Hamlet” de Shakespeare) sobre su vida en ese mundo oscuro y plagado de muerte. Sally, quien secretamente lo ama, sufre junto a él mirándolo de lejos, comprendiendo su desazón. Posteriormente, Jack se topa con unos portales que lo llevan a diversos mundos y (¡oh, casualidad!) uno de ellos es justamente la Ciudad de la Navidad, donde un hombre rechoncho vestido de rojo y montando un trineo jalado por renos va dejándole regalos en sus casas a los niños. La atmósfera llena de alegría y confraternidad termina por encandilar a Jack, generándole una idea obsesiva: ser quien reparta los regalos por esa vez en dicho mundo.
La estética gótica y densa de la película, dirigida por Henry Selick (Burton sólo fue el productor y uno de los guionistas), hizo creer a los estudios Disney que sería “demasiado aterradora para los niños”, por lo que fue lanzada a través de Touchstone Pictures, sin imaginar que dicho material terminaría convirtiéndose en un clásico del cine de animación. Hay que agregar, además, que este largometraje (pensado inicialmente como un corto de 30 minutos para la TV) está hecho totalmente con el minucioso recurso técnico de “stop motion” (hecho con maquetas y muñecos de plastilina que son filmados cuadro por cuadro). Asimismo, el film cuenta con la colaboración de Danny Elfman, quien hizo la letra y composición de la mayoría de escenas musicales (cuenta con once canciones), las cuales fueron luego agregadas y adaptadas al guión por el mismo Tim Burton.