Comúnmente en nuestra sección #MiEscenaFavorita suelo postear la escena de la película, cortometraje o documental que más me ha impactado o gustado. Sin embargo, después de ver el documental “Nunca más, señora K” (2021), el escoger una escena en específico que sea representativa sería una decisión arbitraria, segregante, considerando que cada testimonio de quienes participaron en la cinta es material valioso para la construcción de la memoria colectiva respecto a una de las mafias con fachada de partido político que ha ostentado el poder en el Perú desde hace más de una década, lo cual se ha vuelto más evidente en los últimos 5 años de actividad parlamentaria y, especialmente, en la segunda vuelta de los comicios electorales por la presidencia.
La primera parte es un ejercicio de memoria sumamente doloroso, ya que recoge los testimonios de los familiares de las víctimas asesinadas, desaparecidas, o aquellas mujeres que fueron esterilizadas contra su voluntad, durante la dictadura del expresidente Alberto Fujimori. Desde la versión inicial de Gisela Ortiz Perea, hermana de un estudiante de la Universidad “Enrique Guzmán y Valle” – La Cantuta, asesinado en un operativo donde militares ingresaron a dicha casa de estudios, pasando por los testimonios de otros familiares de víctimas de aquella fatídica madrugada del 18 de julio, así como de ciudadanos asesinados en Barrios Altos, acusados falsamente de senderistas, esta primera parte nos narra con imágenes y declaraciones (como lo manifiestan en la obertura) el proceso de duelo de todas estas familias, la lucha por conseguir justicia ante aquellos crímenes de lesa humanidad, el impacto psicológico del cual muchos de los deudos todavía no han podido recuperarse y la estigmatización social (el ser llamado terrorista o terruco a menudo) que tuvieron que enfrentar. Importante, asimismo, es apuntar la versión de Rute Zúñiga, campesina que fue obligada a esterilizarse durante la infame campaña de “planificación familiar” que impulsaba el gobierno de Fujimori, dejándole secuelas físicas hasta el día de hoy.
La segunda parte apunta a la campaña actual que llevó a cabo Keiko Fujimori para hacerse de la presidencia del Perú, la cual se ha visto empañada por una serie de audios, declaraciones y demás pruebas que sustentan la tesis de que Fuerza Popular (FP) es, más que nada, un narcopartido blindado ya hace muchos años por personajes poderosos para mantenerse en la impunidad y seguir manejando los hilos del destino del país. En esta parte podemos asistir a los testimonios de quienes hicieron frente al fujimorismo desde que este se instaló en el congreso para beneficiar a los que postularon a él o “aportaron” al partido con dinero ilícito en campaña. Surge el término más adecuado (acuñado por José Domingo Pérez, quien atestigua en esta parte) para denominar a los parlamentarios de FP que se hicieron de una curul para proteger sus “negocios” personales: los narcocongresistas. Nombres como el de Edu Vergara, entonces, salen a la luz. Kenji Fujimori y el secretario de FP Joaquín Ramírez, ambos excongresistas, también tienen pruebas en su contra y todo hace pensar, en definitiva, no sólo en la ilegalidad del sustento de las campañas sino en toda la oscura red que se ha tejido al viejo estilo del fujimorismo. Jaime Antezana, del mismo modo, acuña el término “narco mafia” para calificar a la organización dirigida por la tristemente célebre Sra. K. Así, personajes de la política como Indira Huillca o Verónika Mendoza y figuras mediáticas como Gloria Montenegro y el anteriormente mencionado, dan cuenta de la forma irregular en que ha operado FP con el fin de mantenerse impunes ante sus delitos, comenzando por la serie de “aportes” que recibió Keiko para sus campañas de parte de Odebrecht, Barata, Rassmuss y, últimamente, de la Confiep, y desembocando en el delito de obstrucción a la justicia que denuncia el fiscal Pérez, además de otras “joyitas” que nos dejan con la misma consternación con la cual duerme cada noche el encargado de la investigación a la Sra. K: “Es inédito que en la historia judicial del país, una acusada por graves delitos pueda ser presidenta de la República”. “Nunca más, señora K”, rodada, escrita y dirigida por Fernando Vílchez, y producida por la periodista Claudia Cisneros, Lía Cron y Larry Chalhuanca, es un recordatorio del verdadero mal que ha venido acosando a nuestra nación y al ejercicio de su democracia desde el regreso de la clandestinidad del exdictador Alberto Fujimori. Todo empezó con el ingreso de sus hijos a la política para indultarlo de todos los años de prisión que le esperaban por sus crímenes; ahora ellos han tomado la batuta y han mejorado el modus operandi heredado por su padre para alcanzar el poder y terminar el trabajo que este no pudo concluir, en desmedro del Perú, por supuesto.
Un documental que, sin pelos en la lengua, con imágenes fehacientes y hermosos epígrafes de literatos como Arguedas, Scorza o Guerrero Peirano antecediendo cada parte en que está dividido, nos transporta al historial delictivo de uno de los imperios del terror más grandes de la historia del Perú que, por suerte, está asistiendo a su final en estas elecciones presidenciales.