Por: Anthony Medina Rivas Plata
Director de la Escuela Profesional de Ciencia Política y Gobierno UCSM
El gas natural juega un papel fundamental en el consumo de energía en todo el mundo, y Europa no es una excepción. La Unión Europea (UE) representa el 17% del consumo mundial de energía y utiliza la misma proporción de la producción mundial anual de gas natural. Si analizamos el consumo de energía por fuente en la UE, podemos clasificar a las siguientes categorías: petróleo 43%, gas natural 24%, nuclear 14%, carbón 13%, hidroeléctrica 4% y un 2% proveniente de otras fuentes. A diferencia de países como el Perú, en donde tenemos una gran dependencia de la energía hidráulica para generar electricidad; en Europa la mayor parte de la energía eléctrica se genera a través de la quema de hidrocarburos para calentar agua para generar vapor; y de esa manera hacer funcionar las turbinas eléctricas. El gas natural es el hidrocarburo preferido para la generación de energía eléctrica en Europa porque es el que se quema más limpiamente y su precio es competitivo en comparación al del carbón. Su uso es principalmente orientado a la calefacción, cocina y refrigeración; representando su uso residencial representa aproximadamente el 22 % del consumo total de gas. De igual manera, la industria europea también depende del gas natural; ya que este se usa para la producción de químicos, fertilizantes, productos farmacéuticos, plásticos, telas, etc. Buena parte del transporte público y privado en Europa funciona con motores a gas. Si bien existen relativamente pocos grifos de gas natural, los autobuses públicos en Europa utilizan cada vez más este combustible. Vista esta realidad, se entiende entonces que la mayoría de las proyecciones energéticas muestren que el gas natural crecerá hasta cerca de un tercio de toda la combinación energética europea para 2030, casi a la par con el petróleo.
Actualmente, la UE depende de Rusia para casi el 38% de su gas natural importado; y esta situación ha generado un nuevo frente de conflicto en la actual guerra que dicho país mantiene con Ucrania desde febrero de este año. Hasta antes de la guerra, varios países europeos habían generado un conjunto de planes para eliminar gradualmente la energía nuclear y reducir el consumo de carbón hasta llegar a un modelo energético de cero emisiones (‘net-zero’). Se estimaba que, como consecuencia de estas políticas, la dependencia europea del gas ruso podría llegar a ser de un 60%; pero todo esto ha cambiado como consecuencia de la guerra. La creciente desconfianza surgida entre la mayoría de los países de la UE (en su calidad de miembros de la OTAN) y Rusia, ha generado preocupaciones en torno a que el dominio ruso del mercado del gas natural termine por torcer el brazo diplomático europeo a la hora de discutir otros temas de la agenda global.
Vemos entonces que actualmente la UE importa casi el 50% de sus necesidades energéticas en forma de hidrocarburos. Numerosos factores impulsan simultáneamente la mayor dependencia de fuentes externas de energía de esta fuente; pero el principal de ellos es el simple hecho de que la mayoría de los recursos de petróleo y gas en territorio europeo están casi agotados. Al interior del continente europeo, las perspectivas de producción interna son prácticamente inexistentes ya que a muchos países ya no les quedan reservas. Actualmente, solo Noruega y los Países Bajos, con el 1,4 % y el 1 % de las reservas mundiales de gas natural, proporcionan una pequeña compensación intraeuropea frente a la gran dependencia que el resto de sus socios continentales tienen de Rusia.
En ese sentido, la presencia energética de Rusia en Europa es indiscutible; y con vistas a la cercanía del invierno en el hemisferio norte, lo es aún más. Como productor y exportador de gas, Rusia sigue siendo una superpotencia. En 2005, con el 28% de las reservas mundiales, Rusia produjo el 22% del gas natural del mundo con 47,55 billones de metros cúbicos. Otros países cercanos en cuanto a recursos probados son Irán (16% de reservas mundiales) y Qatar (15%.). Luego de estos tres, ningún otro país por sí solo representa más del 4% de las reservas mundiales de gas natural; teniendo Rusia el dominio de este recurso de manera análoga al que Arabia Saudita tiene sobre petróleo. Esta ventaja energética le da a Rusia una poderosa herramienta de política exterior en sus relaciones con Europa Occidental, dado lo difícil que es poder diversificar las fuentes de acceso.
En Europa se ha hablado sobre la posibilidad de reemplazar el gas ruso por otras fuentes como la energía nuclear, el petróleo, el carbón o el gas natural licuado (GNL) proveniente de Estados Unidos; pero este cambio de matriz energética es altamente costoso en recursos y tiempo. Con solo tres proveedores externos principales, el gas natural que se vende en Europa normalmente sale a través de contratos a largo plazo de hasta 25 años. Estos contratos generalmente obligan al comprador a comprar una cantidad mínima fija, protegiendo al productor que debe hacer grandes inversiones no solo en exploración, sino también en ductos, estaciones de bombeo e instalaciones de almacenamiento.
El precio del gas natural en Europa depende principalmente de lo que soporte el mercado en relación con los precios de los combustibles alternativos; y dado que el petróleo es el sustituto más cercano del gas natural, los precios del petróleo impulsan en paralelo el precio del gas. Por supuesto, los enormes aumentos en los precios del petróleo en los últimos años han traído consigo aumentos en los precios del gas natural en Europa, en gran parte porque los contratos de gas a largo plazo suelen incluir precios variables para compensar las fluctuaciones en los precios de los productos derivados del petróleo. Como es difícil compensar el gas de gasoducto con GNL traído en barcos cargueros, la dependencia general de proveedores de gas con contratos limitados a largo plazo demuestra cuánta más influencia tiene un proveedor de gas que un productor de petróleo para establecer los términos de los precios.
¿Por qué es tan difícil reemplazar el gas ruso? Principalmente por razones logísticas. Debido principalmente al potencial de los oleoductos y buques contenedores, el petróleo se comercializa a precios de mercado que varían solo moderadamente en distintas partes del mundo. Esto es distinto al gas natural, que puede transportarse de manera económica solo por gasoductos; haciendo que los precios varíen notoriamente por regiones, dependiendo de su cercanía de la fuente. El gas natural sufre de precios altamente fragmentados a lo largo de las diversas regiones del mundo; ya que estos pueden variar notoriamente debido a los costos de extracción de boca de pozo, transporte de larga distancia e inversión en infraestructura de distribución local.
Algo similar ocurre en comparación al GNL; ya que éste se puede licuar mediante un proceso de enfriamiento a 160 °C, lo que reduce su volumen 600 veces, haciéndolo posible de ser transportado en buques contenedores. Sin embargo, este proceso requiere instalaciones de alta inversión en tecnología, haciendo al GNL costoso para la mayoría de los países. Más aún, el hecho de que el transporte en buques provoque que parte del GNL se pierda (debido a la evaporación que se produce durante el trayecto), complica aún más y fragmenta la fijación de precios. Debido a esto, el GNL en Europa todavía es usado sólo como complemento al gas natural que se obtiene a través de ductos.
Por: Anthony Medina Rivas Plata
Director de la Escuela Profesional de Ciencia Política y Gobierno UCSM